Aunque se desconoce con exactitud la cifra
exacta, se calcula que alrededor de 300.000 niños son utilizados en los
conflictos armados del mundo. Niños que a veces apenas han cumplido los siete años
y que para desestabilizarles emocionalmente les pueden obligar a asesinar a sus
propios padres.
Colombia, Sri Lanka, Nepal, Afganistán, Irak,
Indonesia, Filipinas, Tailandia, Sudán, Somalia y Uganda, son algunos de los países
donde se vulneran continuamente los derechos de los niños.
A los niños y niñas no siempre se les recluta
para que lleven armas, a veces se les utiliza como cocineros, vigilantes,
mensajeros, esclavos sexuales, espías, “detectores” de minas y para llevar a
cabo atentados suicidas.
Los niños son más fáciles de manipular, de
dominar y obedecen con menos dificultad. Asimismo, aunque tienen miedo, no son
totalmente conscientes del peligro al que se exponen y pueden ser más
temerarios ante la muerte.
Por otra parte, la miseria en la que
generalmente viven, les convierte en presa fácil para ser captados o
directamente secuestrados. Cuando esto último ocurre, los niños son maltratados
de todas las formas posibles, se asesina a sus familias y amigos o se les
obliga a que lo hagan ellos mismos.
Los niños que viven en ambientes míseros, no
pueden asistir a la escuela y no ven ningún tipo de futuro, se dejan convencer
por los militares a cambio de un poco de dinero y de la promesa de una vida
mejor. Cuando descubren su equivocación, se dan cuenta que no pueden dar marcha
atrás, porque los castigos por intentar escapar son terribles,
incluida la muerte. También se castiga de modo brutal a los que se quedan
dormidos durante una guardia, consumen demasiado alcohol o pierden un arma.
Las niñas también forman parte de conflictos
armados y se las instruye para utilizar armas. Además, se las utiliza como
esclavas sexuales, se las obliga a convertirse en “esposas” de mandos militares
y en muchos casos acaban enfermas y/o embarazadas.
Los niños y niñas que pueden escapar de ese tipo de
vida, sufren traumas psicológicos difíciles de superar. Los profesionales de la
salud que intentan ayudarles aseguran que tienen dificultad para conciliar el
sueño, ansiedad, miedos, pesadillas y trastornos alimenticios. Su futuro además
es incierto, porque difícilmente pueden volver a la escuela y no tienen
preparación de ningún tipo. Necesitan indefectiblemente la ayuda de
organizaciones y ONG que les tiendan la mano, ayudándoles a recuperar la niñez
perdida, en los casos en que eso sea posible.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
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