martes, 22 de abril de 2025

Reflexión sobre el tiempo y la vida

Le miré, sentado en la estación, con su barba blanca y esa carta entre las manos, probablemente recuperando un retazo de un pasado feliz o recordando una despedida. Solo, ajeno a la gente que pasaba a su lado, sumido en sus propios pensamientos. Presente, pero al mismo tiempo ausente. Y yo, que desde que era una niña he sentido una debilidad especial por las personas mayores, me vi atrapada de pronto por la nostalgia, los recuerdos y por la sensación inevitable de que yo también me estaba haciendo mayor.

Qué curioso el tiempo, siempre jugando a encogerse y estirarse a su antojo. Recuerdo que mi abuela solía decirme que, a medida que cumplimos años, sentimos que el tiempo acelera su paso y nos arrastra con él. Es cruel en ocasiones, llevándose consigo momentos que no se volverán a repetir, personas que amamos y que no volveremos a ver. Y nos deja los recuerdos, como ecos eternos en lo más profundo de nuestra mente.

Imagen creada por Miguel (Tarkion) del blog IAdictoDigital

El tiempo va desdibujando los rostros en nuestra memoria, como intentando llevárselo todo, aunque sabe que jamás lo logrará. Porque también nos ha hecho grandes regalos: historias hermosas, momentos maravillosos, risas inolvidables, caricias imperecederas, incluso el privilegio de contemplar desde la ventana como los árboles conversan en un día de viento.

Pero llega un día en que el tiempo nos suelta la mano. Deja de caminar a nuestro lado, de estar presente en cada segundo, cada minuto, cada hora. Y sientes como te abandona, hasta que llega un momento en que ya no encuentras su mano, y te sumerges en un camino distinto y desconocido.

El tiempo pasa por nosotros, nos atraviesa, nos arrastra en su corriente, y no podemos hacer más que dejarnos llevar. Tiempo y vida avanzan juntos, se cuentan sus secretos y hablan de nosotros, los humanos, que ingenuamente creemos controlar la existencia y anhelamos detener el tiempo. Pero lo cierto es que apenas entendemos qué es la vida, y nos cuesta mucho darnos cuenta y aceptar, que el marinero no controla el mar.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados



4 comentarios:

  1. Y si queremos comodidad, encima tenemos que venderlo hasta los sesenta y siete años.

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    1. Lo malo es que a veces ni siquiera es para buscar comodidad, sino tan solo para sobrevivir o vivir de una manera mínimamente digna.

      Gracias por pasarte y dejar tu comentario :-)

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  2. Hola, Beatriz, tampoco tenía este blog tuyo. Te sigo por bloguers.
    Gracias por tu participación.
    Un abrazo. :)

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