Aunque parece que siempre los niños han vestido
de azul y las niñas de rosa, lo cierto es que es algo bastante reciente. En
épocas pasadas era justamente al revés o simplemente no había un color asociado
a un género, a todos los niños se les vestía de blanco.
Se dice que en el siglo V a los niños se les
intentaba proteger de seres malignos vistiéndoles de azul, ya que se asociaba
al cielo y a la divinidad. Las niñas, menos deseadas y valoradas, no poseían un
color que las protegiese. Años más tarde, surgió la leyenda de que provenían de
las rosas y así se las asoció con este color.
A partir del siglo XVII, tanto niños como niñas
de familias acomodadas, utilizaban el color rosa. No había una distinción de
género, este color se relacionaba con las clases altas de la sociedad. Es a
partir de principios del siglo XX cuando el rosa pasa a ser un color
típicamente masculino y el azul celeste, se adjudica exclusivamente a las
niñas.
Alrededor de la Segunda Guerra Mundial, las cosas
comienzan a cambiar. Hay quien asegura, que por una simple moda que los
comerciantes aprovecharon y se fue consolidando. Otra versión es que los
soldados comenzaron a vestir con uniformes azul oscuro y ese color se impuso
inmediatamente a los niños.
Hacia 1960, con el auge del feminismo, vuelven
los colores unisex. Pero es alrededor de 1980, con la facilidad para conocer el
sexo del bebé por medio de la ecografía, cuando se consolida definitivamente el
color rosa para niñas y el azul para niños. Entra en juego todo lo que surge
alrededor de un nuevo ser que va a llegar al mundo: la ropita, la cuna,
utensilios varios, regalos. Asimismo, el marketing juega un papel definitivo. De
pronto hay dos mundos, el rosa y el azul, y con los colores van asociadas las
características masculinas y femeninas.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
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